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domingo, 6 de diciembre de 2009

Brújulas y Pandemòniums



De la misma forma que devoro determinados libros antiguos, no suelo adquirir apenas libros nuevos. Prácticamente sólo leo los de regalo. Dos me han regalado últimamente: La brújula interior (de Álex Rovira) y Pandemònium o la dansa del si mateix (de Màrius Sampere, ignoro si ha sido o será traducido al castellano).

Al primero le sobran presentaciones, agradecimientos, citas y posdatas y le sobra contenido. Según se nos dice en la solapa (lo bueno de escribir solapas es que no tienes que firmarlas), se trata de un libro original, sorprendente y por encima de todo distinto. Pues no. De original tiene poco, no encierra ninguna sorpresa y por encima de todo es una pura repetición light de lo que dicen otros mil libros de autoayuda que inundan sin pudor las estanterías de nuestras librerías. Su éxito editorial no se explica sino por la falta de cultura humanística de muchos de nuestros directivos empresariales, de nuestros ejecutivos agresivos y de no pocos cagamandurrias con netbook. La lista de libros recomendados habla por sí misma. Simplemente les menciono las editoriales más repetidas: Kairós, Obelisco, Siruela, Urano, uf. En fin, si usted no tiene un paladar demasiado exigente, léalo mientras espera en el aeropuerto o mientras espera en la consulta del dentista, tal vez le sirva, que a mí me parezca un bodrio no significa que a otras personas no les pueda aportar algo positivo. Si usted es un alumno aventajado del profesor Langdon, pero en cambio confiesa que no pudo acompañar a Guillermo de Baskerville más allá de la hora sexta del primer día, léalo. Si además se encuentra usted a gusto con lo que suene a newage, a autorrealización y a frases de .pps, léalo. Si, en cambio, por ejemplo, es usted creyente, no pierda el tiempo; entre los nuestros, sólo por citar a algunos, tenemos a Anselm Grün, a Henry Nowen y al ya lejano Phil Bosmans. Escriben más adentro y mejor. Mis palabras pueden parecer duras, un tanto soberbias y muy desconsideradas, pero es lo que se merece tanto marketing y tanta recomendación de amiguetes. Y que nadie se autoengañe: la autoterapia no existe.

El segundo son palabras mayores. Que coincidan los dos libros en este post no es más que pura chiripa. Los requerimientos de sistema están a considerable distancia. Compararlos es como comparar una de aquellas cintas de cassette que utilizábamos para el Spectrum plus con un disco duro de hoy. Al lado de la literatura pura y dura del Pandemònium, La brújula interior viene a ser como el prospecto de unos auriculares mal traducido del inglés por un estudiante de Derecho entre clase y clase. Sampere es un poeta y que el ejemplar que poseo me haya sido obsequiado por él con su dedicatoria autógrafa no influye en absoluto para que yo piense, como lo pienso, que es un poeta de raza. Por ello, Pandemònium no es prosaico. Curiosamente, lo más fácil es decir lo que no es aunque parezca serlo. No es un libro nihilista, respeta demasiado al poder sociopolítico. No es un libro demoníaco, entre otras cosas porque el diablo cuando da el callo, no lo hace demasiado explícitamente. Tal vez sea un libro ateo, pero son muchas páginas para aludir a quien-no-es. El autor se me figura en Pandemònium como eso que en catalán llamamos un trapella; yo no me atrevería a traducir la palabra simplemente como trapacero, porque hay en la denominación una posibilidad de travesura sin intencionada malicia que en castellano se pierde. A ver si me explico: hay trapelles con fondo bondadoso y los hay cabrones. Sampere pertenece a la primera clase. Por decirlo de otra manera, el autor hace con el lector como los trileros de las Ramblas, pero sin excesivo interés crematístico. De la misma forma que el incauto apostante señala siempre allí donde no está la bolita, el lector cree acertar el discurso hasta que al final de la frase Sampere, virtuoso del lenguaje, se saca de la manga la concertada palabra que provoca el desconcierto. No pretendo en ningún modo afirmar que el autor es mendaz. Bien al contrario, pues detrás de tantas notas dispersas, de tantos párrafos urdidos, de tanta frase frita aparentemente indigerible, hay un dolor lejano por su origen y auténtico por su actualidad. De ahí que Sampere utilice para cocinar el menú la margarina del sarcasmo como ingrediente de consuelo y como cuajo de desafío. En último término, Pandemònium es más metódico que práctico. La vida va por otro lado, afortunadamente. Qué quieren que les diga, yo no me creo esa pose de enojado desprecio exhibida en la foto de la solapa. Como no me creo lo del “equilibri exacte de la indiferència”. Dejemos la exactitud para aquello que podamos medir. Supongamos el equilibrio, perfectamente admisible, nada sospechoso. Pero la indiferencia...No, Sampere, no ens enredeu, mestre, si hay algo siempre huidizo e inalcanzable, una caza a la que no dar alcance, es precisamente, más en el caso del poeta, del blogger, del escribidor, la indiferencia.

4 comentarios:

Jordi Morrós Ribera dijo...

Ciertamente mezclar la poesia de una persona octogenaria con los libros de autoayuda de un cuarentón es una actividad de elevado riesgo espiritual.

Gracias por hacerme descubrir un poeta al que sólo conocía muy remotamente.

Hasta la próxima.

GAZTELU dijo...

Ya sabe que la opinión sobre la literatura y el cine es muy subjetiva,lo que a uno le puede entusiasmar a otro le puede horrorizar.
En cualquier caso me fío mucho de su criterio literario aunque yo sea una devora libros y tenga mi propia opinión.
Totalmente de acuerdo con usted que los libros de autoayuda son un espanto pero tendrá que reconocerme que sus ventas son muy elevadas.
Gracias por la informacion que nos transmite hoy en el blog.

Juan Carlos Ruiz dijo...

Usted, si es sacerdote, no debería elogiar a un poeta que ha escrito un libro blasfemo, escoja mejor sus lecturas y le irá mejor su apostolado.

Máster en nubes dijo...

Pues te digo que me han encantado ambas reseñas y que me he reído un montón con la primera. Ay, Dios, la autoayuda... da que pensar tanto libro al respecto... ¿no? algo pasa, algo, cuando tanto hay. Nos sentimos solos, desvalidos, hombres, o sea... mujeres también -hombres en sentido general, no en el género, digo-. En fin, pues eso. Perdón, tengo insomnio, siento las horas...